Y sentí como daga que entraba en mi pecho, ese mensaje indiferente, pude vivir una punzada tan real y dolorosa. Pero ahí estabas tú, Espíritu Santo. Mostrándome que nuevamente estaba bajando la guardia de mi corazón, cayendo sin darme cuenta en una vana ilusión, sin fruto; poniendo mis ojos en la dirección que yo quería y, no en la de mi Padre.
Reconozco que hoy hace unas horas anhelaba la presencia de ese buen amigo que preste atento sus oídos concentrado en los latidos de mi corazón, que mi felicidad también invada su vida; que me abrace con ternura y protección. He querido sentir su olor, observar su mirada, reconocer su voz, sentir su espíritu y el mío alineado al de tu Espíritu Santo. Pero hoy Padre… ¡Hoy más que nunca! he anhelado conocerlo y tener la certeza por el susurro de tu voz hablando a mi corazón, confirmando tu promesa.
He renunciado Señor mío, a toda ansiedad, a toda decisión emocional, a querer provocar las cosas porque he decidido firmemente hacer tu voluntad y en ello encuentro paz y satisfacción. Pero, ahí estaban las lágrimas recorriendo mis mejillas, mientras con humildad mi alma te decía: Padre, no soy mala, Tú conoces mi corazón… trajiste a mi memoria las palabras que he dicho: “estoy bien sola”, “no quiero ni necesito compartir mi tiempo”, pero desnudaste cada una de ellas ante mí, y pude ver el orgullo y el temor que las vestía. Y renuncié de nuevo a mi orgullo e “independencia” a mi autosuficiencia porque anhelo ver tus promesas cumplidas en mi vida.
Esperar a veces es cada vez más difícil, pero creo en tu palabra y quiero honrarte con mi obediencia. Solo te pido la fortaleza para no caer, ni retroceder. En medio de esa sensación de desesperanza, tristeza, confusión, me fui a tu presencia y desahogué mis sentimientos, mis temores ante ti, en Ti, encontré consuelo y diste a mí ser aliento y más fe, en mi debilidad tú nombre se engrandece, por tu gracia sigo en pie. Confesé mi amor por ti Padre, mi alma clamó tu nombre y, bajó tu abrazo renovador.
Comunicarme contigo haciendo una de las cosas que más amo ¡escribir! Es maravilloso. Gracias Padre por inclinar tu rostro en dirección mía; tan fuerte y frágil me diseñaste, frágil para amarme y cuidarme y, fuerte para pelear batallas por ti con la fortaleza que tuya sobre mi vida. Hoy hago mía esta palabra y promesa tuya: Porque todas las promesas de Dios son en El sí, y en el Amén, por medio de nosotros para glorificar tu nombre. -Corintios 1:20-